05 de Junio del 2025
CRÓNICAS DE YAUHQUEMEHCAN
El respeto al medio ambiente, valor de nuestros antepasados
David chamorro Zarco
Cronista Municipal
Desde hace algunos años, la Organización de las Naciones Unidad decretó al día 5 de junio como el dedicado a la reflexión mundial acerca del medio ambiente, en un esfuerzo por reflexionar y actuar para detener el galopante proceso de degradación de nuestros ecosistemas y la contaminación, así como la depredación de los recursos naturales. Resulta evidente que este comportamiento del ser humano como depredador de si entorno tiene que ver, en primer lugar, con el creciente clima de industrialización que hemos vivido los últimos trescientos años, y en especial durante el último siglo, así como el nivel que ha alcanzado la población mundial, pues nunca antes en la historia había habido al mismo tiempo tantas personas en la tierra al mismo tiempo.
La naturaleza de las sociedades agrícolas, en cambio, era mucho más empáticas con el medio ambiente, pues tenían la convicción de que dependían del muy ligero equilibrio en que subsistían todas las especies de seres vivos. Muy en especial en el mundo mesoamericano, los pueblos anteriores a la llegada de los europeos tenían una gran visión de convivencia y respeto en torno de los ecosistemas. Las fuentes que llegaron hasta nosotros ya envasadas en el alfabeto latino, por ejemplo, todo lo rescatado por el Padre Bernardino de Sahagún, testimonia que los pueblos originarios o naturales de estas tierras tenían una especial devoción por todos los elementos naturales como la tierra, el agua, el viento y el sol. Naturalmente, bien comprendían que la subsistencia de los seres humanos dependía de que los recursos de que conseguían el alimento, siguieran presentes y por ello, tanto en lo religioso como en la práctica agrícola, seguían líneas que ponían muy en claro su compromiso por cuidar el delicado equilibrio de todas las especies de seres vivos, así de plantas y árboles como de animales.
No es que Mesoamérica haya sido una excepción el mundo antiguo por su concepción medioambientalista. La realidad es que todas las sociedades humanas previas a los procesos de industrialización patentaron siempre mucho respeto por la tierra y los otros elementos de la naturaleza, tal como puede constatarse, por ejemplo, acudiendo a sus obras literarias. La premisa era muy clara: si el ser humano depende de lo que toma de la naturaleza para seguir viviendo, para asegurar la preservación de su especie, debe primero preocuparse por mantener el orden y el equilibrio en la naturaleza, para que los recursos no se extingan.
A pesar de que la visión española era un poco diferente en cuanto a las actividades agrícolas y ganaderas, tratando de ver el asunto como un negocio del que pudiera sacarse provecho económico y no simplemente la aspiración de auto sustento, de cualquier manera, se mantuvo durante los siguientes siglos a la conformación de la Nueva España la visión respetuosa del medio ambiente, sin la depredación irracional de los recursos naturales. Hay la idea, a mi punto de vista equivocada y exagerada, de que la presencia española en las otrora tierras mesoamericanas significó arrasar con todo lo que encontraran a su paso en cuanto a recursos naturales y también en lo relativo a las personas. Con el paso del tiempo, al establecerse unidades productivas mejor organizadas como las haciendas, se tuvo ocasión de hacer una explotación adecuada de los recursos que ofrecía la tierra, bajo una actitud de moderación y racionalidad. Si se hubiera adoptado desde los inicios de la época novohispana una política de explotación a ultranza, a estas alturas de la historia, México ya no tendría nada de los recursos naturales de los que hoy todavía disfruta.
En realidad, la política de agricultura responsable y racional no solo se mantuvo durante los tres siglos de la dominación española, sino durante todo el siglo XIX y al menos la mitad del XX. La industrialización de nuestro país a niveles más acelerados que tuvo lugar luego de la Segunda Guerra Mundial significó la inclusión definitiva de nuestra nación en el modelo capitalista —aunque hay que reconocer que dimos los primeros pasos en tal sentido desde el gobierno de Don Porfirio Díaz—, y a partir de la década de 1980 hemos dado pasos muy peligrosos en torno de la degradación de nuestro medio ambiente de manera generalizada, con el crecimiento de las ciudades, el aumento de la población y desde luego el deseo manifiesto de usar los recursos de manera irracional y despechada a costa de obtener ganancia.
Nuestros abuelos, nacidos en el primer tercio del siglo XX, aún heredaron de manera directa prácticas de agricultura responsable y del uso moderado de los recursos naturales. Hoy México, Tlaxcala y Yauhquemehcan viven las consecuencias de que nos dejamos llevar por el frenesí del consumismo, sin darnos cuenta de que nuestro medio ambiente se estaba comenzando a resentir por tanta explotación.
Naturalmente esta cuestión no tiene que ver solamente con nuestra patria, sino que es algo inherente con todas las naciones de la tierra y, de manera mucho más específica, tendría que pedirse acciones a las grandes empresas que, sólo pendientes de obtener una ganancia, no tienen escrúpulos en el momento de explotar recursos naturales o de contaminar el medio ambiente, pues a fin de cuentas su misión es obtener dividendos, dejando tras de sí una triste estela de muerte y desolación.
Es evidente que, a cinco años de distancia, no vamos a poder lograr el cumplimiento de los objetivos del Milenio que fijó la misma ONU hace algún tiempo, pero es necesario que tomemos conciencia de que la naturaleza o el medio ambiente, nos está dando las últimas señales previas al caos. Cuestiones como el calentamiento global y la crisis hídrica que se resiente por doquier, son consecuencias de esta loca carrera que, bien vista, no nos llevará a ningún lado. Si llegamos a degradar por completo nuestro planeta, ¿de qué nos servirá tanta tecnología, tanta riqueza material acumulada, tanta ciencia, tanta presunción en decir que el ser humano es el amo del mundo?
En nuestro entorno más inmediato, en nuestra comunidad, ya podemos dar cuenta con mucha facilidad de los niveles de contaminación alcanzados, de la constante deforestación, de la falta de una agricultura sustentable, de la sobre explotación animal para alimentar a los miles de millones de seres humanos que vivimos en el mundo, de la falta de agua potable, de la acumulación de basura, del crecimiento en la construcción de vivienda sin la menor planificación…
Contribuir al rescate y defensa de los ecosistemas no debe ser una idea de moda, sino una necesidad vital de supervivencia. Volvamos los ojos a nuestros antepasados, Retomemos muchas de sus prácticas. Dejemos nuestra frenética enajenación del consumismo. Contribuyamos todos los días con alguna acción que nos permita avanzar un poco al menos a rescatar el delicado equilibrio en vivimos todos los seres vivos. Dejemos de pensar y de sentir que nuestra especie tiene derecho sobre toda la tierra, sobre todas las plantas y los árboles y sobre todos los animales.
Hay un libro bellísimo que, desde luego, no dejo de recomendar, que se llama «Canek», del formidable y muy sensible escritor mexicano Don Ermilo Abreu Gómez. En uno de sus pasajes dice que el hombre bien sabe que la vasija no puede contener más agua que la determinan sus bordes, así que simplemente no puede llevar más, pues todo tiene un límite, un final. Así nosotros, debiéramos entender que como seres humanos, sólo podemos usar un determinado número de bienes, que sólo necesitamos un determinado número de nutrientes para alimentarnos, que no podemos vivir en dos casas al mismo tiempo, que nuestros pies no alcanzan para llevar decenas de zapatos que solemos acumular… en fin, que por el bien del medio ambiente y sin que este comentario suene a dejar de aspirar a tener mejores condiciones económicas y de bienestar, pensamos y practiquemos acciones que impacten directamente en la preservación de nuestro ecosistema, pues de lo contrario, si la madre tierra llega a colapsar, de nada nos servirá todo lo que tenemos, pues habremos sido los responsables de haber terminado con el único hogar que poseemos y será una lástima que con tanta inteligencia, ciencia y tecnología, no hayamos podido defender lo más importante para cualquier ser vivo que es, justamente, su medio ambiente.
¡Caminemos Juntos!