Crónicas de Yauhquemehcan

Pozos de agua potable

David Chamorro Zarco
Cronista Municipal

Hacia la segunda mitad de la década de 1970 se efectuaron algunos trabajos para la introducción de las primeras líneas de conducción de agua potable en Yauhquemehcan, concretamente en la cabecera municipal, aunque las comunidades vieron materializar este sueño hasta bien avanzada la década de 1980.

​Hay que apuntar, con los datos aportados por el Maestro Anastasio Miguel Flores Díaz, que a principios de 1910 se inauguró un beneficio de agua potable que, a través de un sistema mecánico teniendo como punto central la captación de agua de una turbina, instalada en la laguna de Atotonilco, y su impulso hasta un tanque de almacenamiento de poco más de treinta metros cúbicos, que se llenaba en tres días completos, lo cual representó un gran alivio y un incremento para la calidad de vida de los habitantes de la cabecera municipal.

Muchas casas de nuestras localidades contaban —y aún cuentan— con pozos artesanales, es decir, perforaciones verticales que se practicaban en zonas muy determinadas del terreno y que permitían encontrar agua potable a profundidades muy variables.

Yauhquemehcan tiene algunas zonas con antecedentes lacustres y acceso a los mantos freáticos. Gran parte de las actuales localidades de San Francisco Tlacuilohcan, Guadalupe Calapa y El Rosario Ocotoxco fueron ocupadas por un cuerpo de agua permanente, que luego se fue transformando en temporal, hasta finalmente desaparecer. En el caso de San Lorenzo Tlacualoyan, sobre todo, del lado de La Cañada, existe la evidencia de agua a profundidades relativamente accesibles.

Para cavar un pozo de agua potable, habitualmente se procuraba observar la presencia de tule en la superficie, pues la conseja popular afirmaba que donde crecían estos vegetales, era una señal segura de que debajo había agua.

Había otras personas que utilizaban un artilugio basado en unas varas, tratando de sacar un cierto equilibrio y orientación.

Una vez marcada el área en donde se procedería a excavar —que regularmente no pasaba de poco más de un metro de diámetro—, se fijaban unos postes con un travesaño, desde cuya altura se colocaba una polea que ayudaba con el trabajo de extraer la tierra removida.

El trabajo se hacía con ciertas precauciones, especialmente cuidando que las paredes no tuvieran derrumbes. Para poder bajar y subir dentro del pozo se iban horadando algunos agujeros laterales que servían para apoyar los pies y las manos, como si fueran escalones.

La profundidad de cada pozo artesanal dependía de diversos factores, primordialmente de la zona en que se hacía la perforación. En Yauhquemehcan existen pozos cercanos a los treinta metros —como en San Dionisio— o algunos tan superficiales que no llegan ni a los cinco metros —como en el caso de la parte baja de San Lorenzo Tlacualoyan—.​Como resultado de la introducción de los sistemas de extracción y distribución de agua potable en las comunidades, así como por la aplicación de la legislación, muchas personas decidieron tapar sus pozos artesanales, sin embargo, sobreviven algunas decenas, sobre todo en la parte sur de nuestro municipio.

Como en diversos aspectos de nuestra vida cotidiana, las creencias populares tenían diversas creencias en torno de los pozos de agua. Por ejemplo, una mujer o una niña no podían participar en los trabajos de la excavación ni en introducirse al pozo a hacer labores de aseo, porque se corría el riesgo de que se secara.

De manera regular, se hacía la limpieza de los pozos de agua, removiendo los sedimentos que se acumulaban en el fondo de la construcción.

En el interior de los pozos de agua se puede ver con claridad los veneros de agua que por escurrimiento iban llenando el espejo de agua.

Hay comunidades en nuestro municipio en donde sobreviven pozos capaces de acumular hasta dos metros cúbicos de agua.

Los días tres de mayo, suele ponerse una cruz con flores en la parte alta del travesaño de los pozos de agua.

Es muy posible que la distribución de los caseríos antiguos en nuestras comunidades se haya debido a los lugares en donde se encontraban las condiciones para excavar y construir un pozo artesanal de agua, es decir, las casas se construían junto a donde estaban los pozos, contrario a nuestros tiempos, en donde las casas están alineadas a las calles.

Finalmente, los pozos de agua de nuestro municipio están asociados con diversas leyendas. Sólo les comparto una: Cierta mujer, apenas anochecía, miraba en un paraje junto a su casa a un hombre vestido de charro, con botonadura de plata; sólo ella lo podía ver. Su marido, movido por la ambición de que quizá encontrara dinero enterrado, como rezaba el conocimiento popular, se puso a cavar. Luego de unos tres metros de profundidad, encontró unas ollas llenas de ceniza que lanzó a su mujer, reprochándome que no había habido nada de riqueza. Decidió seguir cavando un poco más y encontró agua. Ese pozo sigue existiendo y actualmente es considerado como un verdadero tesoro, en tiempos en que, como bien se sabe, se acerca una crisis generalizada por la carencia de este líquido vital.

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9 de Abril del 2025